El juego y su importancia en el desarrollo del niño
Médico salubrista
Magíster en desarrollo educativo y social Docente del CINDE
Profesor de la Universidad de Antioquia
El juego en los niños como “algo serio” ha sido reconocido desde hace más de 400
años cuando Montaigne así lo calificó. El juego infantil no es equivalente al del
adulto dado que los primeros años constituyen la época más importante para la
formación y constitución del ser. El adulto pasa a otras realidades mientras que el
niño avanza hacia nuevas etapas de dominio. Es éste un período de rápidas
transformaciones y exigencias del ambiente, siendo el juego un medio clave para
hacer la transición hacia la vida adulta.
El juego caracteriza al niño, es su actividad natural y tiene su apogeo en el período
que va de los dos a los siete años, cuanto tienen primacía los juegos simbólicos. Por
medio del juego el niño desarrolla su capacidad intelectual y puede hacerle frente a
situaciones penosas que de otra forma le serían imposibles de afrontar. Pero,
fundamentalmente, constituye una fuente de placer y de disfrutar la vida.
Bruner describe el juego como una actividad que no tiene una razón fuera de sí y se
hacer para “uno mismo”. Se desvinculan los medios de los fines, esto es, no hay
mucha preocupación por los resultados. Wallson va más allá al advertir que las
características y la atracción del juego se pierden cuando se subordinan a un fin
específico.
Para Piaget el juego se caracteriza por el autotelismo ―fin en sí mismo―, la
espontaneidad, el placer, la carencia relativa de organización, la liberación de
conflictos y la sobremotivación. Es una forma de utilizar la mente en la cual se
combinan pensamientos, fantasías y lenguaje.
Otra condición valiosa del juego para el desarrollo del niño es que provee un
ambiente seguro de exploración, dado que hay una alta tolerancia al error y no hay
consecuencias frustradas ante la derrota. La posibilidad de repetición hasta lograr la
satisfacción provee las bases de la persistencia. Como lo plantea Bruner, se crean
escenarios en los que lo imposible se hace realizable.
El desarrollo del pensamiento y del lenguaje
Para presentar la relación existente entre el juego y el desarrollo del pensamiento se
hará referencia a las tres etapas propuestas por Piaget: el juego de práctica o de
ejercicio, los juegos simbólicos y los juegos de reglas.
El juego de práctica o de ejercicio se lleva a cabo durante los dos primeros años
de vida. Consiste en actividades repetitivas correspondientes al período
sensoriomotor dirigidas al dominio de habilidades motrices. Una vez que el niño
logra controlar una conducta determinada la repite por el placer que le produce su
capacidad de “funcionar”, desplazándose así, la meta de la acción hacia la acción
misma.
El niños se dedica a los juegos simbólicos alrededor de los dos años, logrando su
punto de actividad más alto en estos juegos a los cuatro, para ir perdiendo
preponderancia paulatinamente hasta los siete años, cuando ya dejan de cumplir su
función adaptativa. Al finalizar el segundo año de vida empiezan a surgir los juegos
de simulación, en los cuales un objeto se transforma en un símbolo. El niño utiliza
símbolos en lugar de objeto real y al hacerlo trasciende la actividad externa del
período sensoriomotor para operar con el pensamiento internalizado.
Vigotsky hace un valioso aporte al advertir que la inteligencia no es independiente
del lenguaje. En el juego el niño sustituye el predominio del objeto y la acción por el
significado. Así, cuando el niño juega al caballito utiliza el palo a manera de pivote
para separar el concepto caballo del objeto real. Logra entonces, manejar las
palabras como propiedades de una cosa y, de esta manera, el niño mediante el
juego va construyendo la definición funcional de los conceptos, con lo cual va
desarrollando el pensamiento abstracto y la capacidad de llevar a cabo elecciones
conscientes.
Bruner, por su parte, reconocen el aprendizaje del lenguaje una parte innata y otra
adquirida por medio del ensayo y la experiencia; esta última se da más
productivamente en un ambiente lúdico. Por esto sugiere no insistir en las
correcciones inicialmente, dejando que el niño juegue con las palabras de manera
flexible y creativa.
Reyes-Navia reitera la necesidad de entender el juego como un medio para lograr la
transición entre el mundo concreto ―experimentando directamente― y el mundo del
pensamiento. Así, el pensamiento del niño se va flexibilizando, siendo para esto la
creatividad una herramienta básica. Utilizando la creatividad y su pensamiento
concibe distintos usos para un objeto, y asume diferentes papeles y formas de
hablar.
Los juegos con reglas se dan con mayor intensidad en el período comprendido entre
los siete y los once años. Ésta es la actividad lúdica que caracterizará al adulto
socializado, que supone obligación y competencia, con base en la aceptación de
consensos. Después de los once años hay una disminución de la intensidad del
juego en general; sólo los juegos con reglas escapan a esta involución.
El juego como experiencia de seguridad
Winnicott explicó la transición que sufre el niño al pasar de la dependencia absoluta
a la dependencia relativa y posteriormente a la autonomía: la dedicación
incondicional de la madre en los primeros meses facilita en el niño la construcción
del sentimiento de confianza. El momento de dependencia relativa se apoya en este
sentimiento de confianza con la aparición de los fenómenos que denominó
transicionales, entre los cuales se encuentra el juego. El juego en este caso hace las
veces de un sustituto de la madre, llenando el espacio que deja su separación
temporal con la confianza que tiene el niño en ésta y la fe en su regreso.
Ajuste a las exigencias de la vida
Mediante las fantasías, el niño puede manejar múltiples problemas y emociones que
las exigencias de la vida le hacen y para las cuales no se encuentra preparado. Son
muchas las situaciones complicadas y difíciles para los niños que no son percibidas
por los adultos.
En su fantasía construye un mundo en el cual puede esconderse cuando afronta
mucha tensión; pero no se refugia del todo ya que va separando su vida interior del
exterior al ir estableciendo límites a ésta en la medida que se ve confrontado por la
realidad. Por medio de juegos que no necesitan ajustarse a la realidad en todos los
detalles, una experiencia compleja es divisible en segmentos manejables. Como lo
afirma Bettelheim, así logra aumentar su capacidad de afrontar la realidad y de
poner orden en su mundo interior, resolviendo y dominando dificultades psicológicas
del pasado y del presente.
El juego simbólico va transformándose a medida que el niño va fortaleciendo sus
capacidades para responder a las exigencias que recibe del medio. Durante el tercer
año, el juego de fantasías es más intenso y su visión de la realidad es más
distorsionada dado que las demandas del medio rebasan sus posibilidades de
ajuste. Como lo dice Pulaski, su vida diaria se encuentra polarizada entre esfuerzos
por adaptarse a la realidad y así complacer a sus padres y sus esfuerzos para
escapar de estas exigencias y satisfacer las necesidades de su naciente yo.
A medida que madura, las presiones de los padres disminuyen y necesita refugiarse
menos en el mundo de las fantasías, haciéndose más realistas sus historias. Hacia
los cuatro o cinco años las fantasías empezarán a tener más coherencia y por esto
busca que sus juguetes se parezcan a la realidad ―juegos que semejan la realidad
en miniatura―. Gradualmente irá interiorizando sus fantasías que serán
fundamentales para el desarrollo de la inteligencia y la creatividad. En relación con
esto, Jerome Singer plantea que la capacidad para fantasear ayuda a los niños a
indagar diferentes posibilidades, a tolerar el aburrimiento, a controlar impulsos
agresivos y a aumentar la habilidad para narrar cuentos.
IMPORTANCIA DEL JUEGO
Cuando hablamos de juego estamos haciendo referencia a todas aquellas acciones que tienen como fin el entretenimiento, la diversión y la alegría. En este sentido, las posibilidades a la hora de comprender lo que es un juego son muchas y muy variadas: hay juegos individuales, juegos grupales, juegos de a pares; hay juegos que se pueden realizar al aire libre y con el uso del cuerpo, otros que son intelectuales y mentales, algunos suponen competencia, otros suponen simplemente diversión. Los juegos pueden tener un formato concreto como un tablero, una pelota y un espacio físico, otros pueden ser simplemente representados a través de ideas y palabras.
La importancia del juego se hace presente cuando el mismo permite que las personas en él involucradas (no solamente niños si no también muchas veces jóvenes y adultos) puedan desarrollar diferentes estados de ánimo, que puedan poner a prueba su conocimiento y recibir más información que aprender, que puedan aprender la relevancia de jugar en grupos o tolerar la postura de los oponentes, que puedan también conocer a competir sanamente y a tratar de vencer a partir de las propias capacidades. Todos estos elementos hacen que las personas puedan crecer intelectual, mental, emocional, física y socialmente a partir del juego, cumpliendo y siguiendo reglas que hacen que el desarrollo del mismo sea mucho más efectivo.
desde Importancia http://www.importancia.org/juego.php#ixzz2yc2DkHW1
Vigotsky y su teoría constructivista del juego
Según sus propias palabras "El juego es una realidad cambiante y sobre todo impulsora del desarrollo mental del niño" (Soviet psychology .3).Concentrar la atención, memorizar y recordar se hace, en el juego, de manera consciente, divertida y sin ninguna dificultad.
Decimos que su teoría es constructivista porque a través del juego el niño construye su aprendizaje y su propia realidad social y cultural. Jugando con otros niños amplia su capacidad de comprender la realidad de su entorno social natural aumentando continuamente lo que Vigotsky llama "zona de desarrollo próximo"
La "zona de desarrollo próximo" es "la distancia entre el nivel de desarrollo cognitivo real, la capacidad adquirida hasta ese momento para resolver problemas de forma independiente sin ayuda de otros, y el nivel de desarrollo potencial, o la capacidad de resolverlos con la orientación de un adulto o de otros niños más capaces".
Vigotsky analiza, además, el desarrollo evolutivo del juego en la Edad Infantil destacando dos fases significativas:
Habría una primera fase, de dos a tres años, en la que los niños juegan con los objetos según el significado que su entono social más inmediato les otorga.
Esta primera fase tendría, a su vez, dos niveles de desarrollo.
En el primero, aprenden lúdicamente las funciones reales que los objetos tienen en su entorno socio-cultural, tal y como el entorno familiar se lo transmiten.
En el segundo, aprenden a sustituir simbólicamente las funciones de dichos objetos. O lo que es lo mismo a otorgar la función de un objeto a otro significativamente similar, liberando el pensamiento de los objetos concretos. Han aprendido, en consonancia con la adquisición social del lenguaje, a operar con significados. Un volumen esférico, por ejemplo, puede transformarse en una pelota.
Después vendría una segunda fase de tres a seis años, a la que llama fase del "juego socio-dramático".
Ahora se despierta un interés creciente por el mundo de los adultos y lo "construyen" imitativamente, lo representan.
De esta manera avanzan en la superación de su pensamiento egocéntrico y se produce un intercambio lúdico de roles de carácter imitativo que, entre otras cosas, nos permite averiguar el tipo de vivencias que les proporcionan las personas de su entono próximo. Juegan a ser la maestra, papá o mamá, y manifiestan así su percepción de las figuras familiares próximas.
A medida que el niño crece el juego dramático, la representación "teatral" y musical con carácter lúdico, podrá llegar a ser un excelente recurso psicopedagógico para el desarrollo de sus habilidades afectivas y comunicativas.
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